Parecía un día más y no lo era. Parecía una actividad más. Y era otra cosa. Era orgullo. Era sabiduría. Era arte. Era poesía. Era prosa. Era ilusión. Era, en definitiva, que nuestro Andrés Carmona se hacía más grande sin necesitarlo, porque una persona que pierde (o gasta) su tiempo en elogiar en el mundo…